Apuntes sobre La broma infinita y la imaginación de David Foster Wallace - El recogebolas soñador de David Foster Wallace jugando en la selva de Latinoamérica. Por Juan Sebastián Lozano - Colina Revista

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Apuntes sobre La broma infinita y la imaginación de David Foster Wallace - El recogebolas soñador de David Foster Wallace jugando en la selva de Latinoamérica. Por Juan Sebastián Lozano


Apuntes sobre La broma infinita y la imaginación de David Foster Wallace. Sobre los géneros, los clásicos y unas cuantas cosas más.

Por Juan Sebastián Lozano

1. David Foster Wallace en La broma infinita predijo Netflix, predijo Zoom, predijo el dominio actual de la cultura audiovisual sobre la escrita, predijo el horrible fenómeno Donald Trump; eso y unas cuantas cosas más. A eso lo llamo ciencia ficción, no necesitó irse demasiado lejos, no inventó nombres nuevos para las cosas que ya conocemos, solo tuvo que hacer lo necesario —como nombrar los años con nombres de productos estúpidos del capitalismo estúpido—, lo lógico, solo tuvo que observar un poco: su ciencia ficción es precisa y funciona. Como J. G Ballard nos hace sentir en el futuro o más bien como parte del futuro sin demasiado delirio alucinógeno, sin aburrirnos con demasiadas novedades y extrañezas.

2. Lo anterior me lleva a pensar que a veces los géneros populares funcionan mejor cuando se los aborda desde la parodia, desde el humor, desde lo sutil. Creo que Foster pone al terror en su sitio, a la Sci-fi en su sitio, a la literatura negra en su sitio. Hay fragmentos que asustan más que Stephen King, hay momentos más Hard boiled e hiperviolentos que los de James Ellroy. Claro, estos autores hacen parte de su canon, y la manera de Wallace de homenajearlos-parodiarlos es fenomenal.

3. Lo anterior me lleva a pensar en la imaginación, en los límites de la imaginación en la relación escritor-lector. Algo que me enamora de Wallace es la imaginación en la realidad, sus relatos ingeniosísimos que no se salen de las coordenadas de la realidad. Alguien decía que Goethe decía que había pocos escritores que tuvieran imaginación sin escapar de la realidad. Y bueno, me discutirán que qué es la realidad y que la realidad es subjetiva y bla, bla, bla, sí. Pero al buen entendedor pocas palabras y no me quiero alargar demasiado aqui.

Con el perdón de mis amigos aficionados al Weird fiction —he leído casi nada de este nuevo género de moda así que si me equivoco perdónenme y corríjanme— es mas fácil inventar monstruos de siete cabezas, todo tipo de seres fantásticos y magos voladores que ser ingenioso e imaginativo en los relatos sobre la realidad, sobre las coordenadas que todos conocemos, el aburrimiento en las cafeterías, la basura de las ciudades, las relaciones amorosas, el uso de drogas, lo pueril, lo fáctico, la carne y la sangre.

Yo adoro la imaginación y la literatura fantástica, uno de mis libros favoritos es Las mil y una noches y me enloquecen Borges y Lovecraft, pero aprecio mucho la imaginación en la realidad, me parece más difícil y todo un desafío. Por eso amo a los cuentistas norteamericanos, por eso me quito el sombrero ante Wallace, llevó este tipo de imaginación al extremo.

4. Sí, estoy hablando de un libro de hace veinte años, pero bueno, hasta ahora lo leo porque estaba en mi propia broma infinita de drogas y rock and roll, y escribo esto además porque no creo que tantos se hayan dado cuenta que La broma infinita es un superclasico de la literatura como El Quijote y Moby dick, que estamos ante un milagro, que debemos agradecer el haber compartido años de vida con este genio inconmensurable, con este divino suicida. San David Foster Wallace, el mesías de gafas culo de botella, pañoleta y tenis Reebook; esa mezcla improbable de Kurt Cobain, Albert Einstein y André Agassi que fuma de la mejor marihuana recitando a Shakespeare de memoria.

5. Si no se han leído La broma infinita dense la oportunidad, vayan lento, ténganle paciencia, yo solo voy en la mitad y me ha inspirado demasiado. A veces me da ganas de tirarlo por la ventana y que le caiga en la cabeza a un transeúnte estúpido e incauto, cuando me pasa eso lo dejo por un rato y descanso leyendo algo más ligero, comiéndome una hamburguesa de esas que abundan en la literatura actual. Mi gente, los que ya leyeron el libro completo saben de qué hablo, estamos ante la nueva biblia, este libro hay que ponerlo sobre un altar, y rezarle, podemos dejarlo abierto en cualquier página y encontraremos en sus rincones de laberinto mucha poesía y sabiduría; y diversión, claro, lo que todos pedimos ahora.


El recogebolas soñador de David Foster Wallace jugando en la selva de Latinoamérica.

Por Juan Sebastián Lozano

Cuando leo a Roberto Bolaño me dan ganas de escribir, es un escritor que abre puertas, que invita a explorar estéticas, a explorar el mundo. Hay escritores más cerrados, que son tan buenos que abren callejones sin salida, Fernando Vallejo, por ejemplo, su prosa de riqueza sintáctica y lexicográfica parece inalcanzable, y su visión radical de la literatura puede desalentar al escritor adolescente. Ya sabemos, además, que la literatura en primera persona y la autoficción han derivado en cosas horribles, horrendas, relatos sobre lo cotidiano y los problemas pequeño burgueses que no le importan a nadie.

Retomé La broma infinita de David Foster Wallace y aunque el libro a veces me aburre y me saca —y los buenos libros a veces te sacan y te patean y es una linda pelea de boxeo— debo decir que es lo mejor que he leído de escritores de las últimas décadas, es un libro que lo contiene todo, que experimenta con todos —o bastantes— estilos, que juega con los “géneros menores", los dobla, los estira; que hace todos los homenajes y parodias a la "gran literatura", aunque la mayoría se me escapen. El libro es una genial gamberrada, como dijo un escritor español, pero sobre todo es profundo y conmovedor.

Leyendo a David Foster Wallace dan ganas de escribir, pero también de leerlo todo, de saber todo, es un escritor que abre puertas, que abre todos los callejones, es la llave que libera las almas demoniacas, es la celebración y a la vez la burla definitiva de la literatura, pone en una altar —o más bien una colina escarpada— a la gran literatura y al mismo tiempo la entrega a nuestras humildes manos. Se puede hacer todo, se puede ser libre, libérrimo, si se escribe con honestidad, bueno, tampoco todo, hay que tener cuidado

David Foster Wallace sigue siendo el monolito —no he leído La casa de las hojas de Danielewki que dicen que le da pelea y si existe otro tótem avísenme—, La broma infinita es el libro al que le tenemos que rezar, y claro, también le rezo a 2666 de Bolaño, pero con el perdón del chileno —que decía que lo de Foster Wallace era palabrería, tal vez, sintiendo y temiendo que era un monolito más grande que él, que era mejor que él— creo que Foster Wallace es un ovni más grande, un parque temático con mayores matices; aunque tal vez Bolaño es más universal y lo que digo todavía está en discusión y da para una hermosa e infinita discusión en el desierto sediento latinoamericano.

(Foster Wallace y Bolaño deben estar jugando tenis en el cielo, o ajedrez, o fútbol uno contra uno con Bolaño dándole buenas patadas en las canillas.)

Bolaño tiene más experiencias vitales, eso sí, experiencias obreras, y eso puede hacerlo más más cercano, más visceral, menos nerd irritante que a veces puede parecer idiota como David. Es una hermosa y eterna discusión.

Este texto iba a ser corto, pero ni modo, estoy leyendo a Foster Wallace, no sé qué pensaría de la brevedad y la efectividad que requieren los textos en Internet. Se hubiera suicidado otra vez, yo ya lo he contemplado bastante, pero por ahora seguiré escribiendo, leyendo a Foster y tratando de leerlo todo, y entrando por sus puertas, y pensando en nuevos caminos que debemos abrir —los que estamos escribiendo y queremos escribir—, estoy calentando para mi partido de tenis en canchas de selva y quiero jugar con decencia y elegancia ya que tengo ahora la energía y la disposición.

Quiero dar pelea —si antes no me suicido en un loop infinito con una cabuya o con una sobredosis de pastillas—, espero que me alcance el tiempo y sobre todo el dinero. En los caminos, después de las puertas abiertas, estará el gran Roberto Bolaño fumando, sonriendo con sus dientes amarillos; también estará el gran Fernando Vallejo rezando, peleando, diciéndonos que la prosa es lo más importante, el léxico, la sintaxis, no, perdón, diciendo que lo más importante es la ética, lo que hay en el fondo, en esto estará de acuerdo con Bolaño.

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