Cuentos breves. Por Carlos Prieto Serrano - Colina Revista

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Cuentos breves. Por Carlos Prieto Serrano

(Carlos Prieto Serrano. Editor general de Colina Revista. Escritor y periodista Colombiano)

 Dedicados a Miguel Ángel Prieto Rodríguez. Su hijo.

¿Y por qué la luna se llena?         

                                                                                                                                                   Esta noche, la Luna está llena y la luz que refleja pinta de plata el cielo de nuestro planeta. Hace tan clara la noche, que estando a oscuras todos los objetos en tierra producen sombra. Pero ¿por qué la Luna está llena? Porque la luz del Sol, que da su brillo, le cae plena. El planeta tierra, donde vivimos, gira en su eje y se traslada alrededor del sol y la Luna que gira alrededor del planeta, la acompaña durante todo el año en su viaje. Juntas, giran y viajan en torno al Sol, fuente de luz. Los movimientos de rotación y traslación, hacen que la luz que les regala el Sol varíe, y por ello ahora tenemos la noche y ya pronto, despuntará un nuevo día. Algunas veces desde la tierra, veremos la Luna llena de luz y otras noches, apenas vemos media Luna. La redondez de la Tierra se interpondrá entre la luz del Sol y la Luna y la sombra que se produce, nos tapa una parte de ella. Así, a veces la sombra la cubre toda y por ello tenemos noches sin luna.  Son cuatro las fases de luz en la Luna. Luna Creciente, cuando la cantidad de luz del sol, que no tapa la Tierra, va aumentando sobre la luna. Luna Llena, cuando la luz le cae completa y plena. Luna Menguante, cuando la luz disminuye en su superficie porque la Tierra va interponiendo su redondez y su sombra la va cubriendo hasta esconderla toda, a lo que llamamos Luna Nueva. Pero, esta noche, la Luna estará Llena.


Como por arte de chocolate


Cuando los problemas con tu chica ya no te den espacio, cambia tu estrategia y enamórala para siempre: ofrécele una taza de chocolate caliente, con una buena porción de queso. Agrégale a la mixtura algunos panes, galletas o colaciones y entonces explícale tus razones, atiende sus reclamaciones y verás como por arte de chocolate, aparecen las palabras en tu boca, te llenas de confianza con tus mejores sentimientos, cuentas tus verdades y derrites su corazón, como el queso en el chocolate. Huy que rico, me gusta el queso en un chocolate bien caliente.El queso se derrite, se estira y se vuelve un manjar en la boca.Con panecitos frescos o galletas recién horneadas, el chocolate caliente no puede ir sin un gran trozo de queso.Es la hora de tomar la merienda, que rico que sea queso y chocolate caliente.A veces no hay queso y el chocolate no sabe igual. Aunque tomarse un chocolate siempre cae bien, el queso pone esa magia que rellena de amor el ánimo.Un chocolate caliente en la mañana o en la tarde, en compañía y aun estando en soledad, nos devuelve la confianza, aumenta la creatividad y renace el amor en nuestro corazón.Sin motivos especiales o celebrando esas fechas inolvidables, tomar una taza de chocolate caliente derrite siempre un buen queso y calienta el corazón, así lo hicieron desde antaño las abuelas y ahora también lo harán las de nuestra generación.


Llegó el invierno, saquen el paraguas


En la ciudad donde vivo hay que llevar siempre consigo un paraguas, porque sin aviso aparente, a cualquier momento, cambia el clima, las nubes se reúnen y tapan al sol y ahí arrecia el agua-son.

La gente en la calle corre. Aprieta el paso, todos buscan un alero en la acera, un local comercial, o simplemente algunos abren su paraguas. Entonces la calle cambia: los colores de todas las cosas brillan, húmedas. En la acera la gente se apeñusca, se estrellan las sombrillas, unas suben otras bajan; no hay espacio para tanto parasol. Las personas no se ven las caras, la llevan debajo del paraguas, y en la esquina, un hombre los vende como flores en San Valentín. Hay quienes saltan sobre los charcos, en las calles, los carros raudos salpican sin piedad, la gente corre, hay que malestar, todo está mojado, no nos podemos abrazar. A veces, imagino a la gente caminando como entre una burbuja alargada especialmente diseñada para protegerse de la lluvia.  El agua escurre por una suerte de canalete cerca de los pies sin salpicar el pantalón y las manos van libres, no hay que sostener el armazón. Nunca veo en mi visión como funciona entonces aquel instrumento, siempre despierto de mi imaginación sin paraguas y sin sol y entonces vuelvo y digo: saquen el paraguas, llegó el invierno ya se fue el señor Sol.

El pizzero de mi barrio


En una esquina de una calle de mi barrio trabaja un pizzero que todas las tardes llega empujando el horno, un mesón y con el mercado fresco. Los muebles tienen ruedas en sus patas que facilitan el trayecto y sobre estos lleva una o dos butacas, un cilindro de gas, unas bandejas y el morral con sus secretos. Va con él siempre su acomedido ayudante que se encarga de recibir el dinero, entrega vueltas y suele llevar uno que otro domicilio.  Todo su trasteo produce un ruido ya conocido por la gente, que al pasar por la calle todos piensan, ¡ya llegó el pizzero! Los niños quieren comer una porción hawaiana, los adultos prefieren la de carnes o la de champiñones y pollo. Hay quienes le piden al ayudante del pizzero un poco de picante y hay también quienes le agregan a su porción caliente un poco de pimienta y una pizca de orégano y alguna que otra hierva. La gente que pasa por la calle ya conoce el arte del pizzero, y por eso con confianza esperan a que salga del horno, la pizza bien caliente. Con gaseosa o con jugo, a esa hora de la tarde o de la noche, siempre será una buena opción comerse una porción de pizza fresca hecha con amor. Es tan rica la pizza de la esquina que ya es común ver el puesto del pizzero rodeado de gran algarabía, personas que se han conocido departiendo con una porción, son ahora amigos de ocasión, que al caer la tarde se reúnen en torno al horno caliente del maestro pizzero. Al pasar de las horas llega ya la medianoche, el mercado se ha agotado. No queda más que hacer aseo, es entonces importante la labor del ayudante que mientras conversa limpia la mesa y los rodillos, lava los frascos de ingredientes, barre el piso, y es así como recogen todos los utensilios y con el mismo ruido, sale por las calles con el deber bien cumplido. Nadie se imagina que para comerse aquella pizza, todos los días inician bien temprano su labor cociendo y desmenuzando el pollo, preparando las salsas de tomate, la piña en el almíbar, hay que picar los champiñones y conseguir un buen queso. Las bolas de la masa previamente preparadas y con el mercado fresco iniciar una nueva jornada. Gracias al arte del pizzero muchas madres pueden resolver con rapidez la comida en sus hogares cuando llegan del trabajo muy cansadas. Llevan dos, a veces tres o cuatro porciones, pues ellas ya saben que sus hijos las prefieren a una sopa recalentada.  

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