Por Carlos Prieto Serrano

En la cuestión que nos ocupa, que es la historia que sucede durante un vuelo comercial y termina como un jocoso chiste, fui sorprendido cuando en la película En busca del destino el protagonista, Will Hunting, personaje interpretado por Matt Damon, llega a una incómoda cita con el prestigioso psiquiatra Sean Maquire, interpretado por Robin Williams, donde se ha alargado un silencio que tiende a volverse muy incómodo, y Hunting, pretendiendo romper el hielo le cuenta un chiste a su doctor, pero en medio de la incomodidad psicológica de la escena, el chiste no ha surtido el efecto deseado por el paciente, quedando inmersos en una situación que solo llega a resolverse por la fuerza de la relación paciente-psicoanalista. Sin más, la pequeña historia sí cala en la mente del psiquiatra, quien después quiere deleitarse con ella, contándola a un colega. Por lo demás, la anécdota, que es una experiencia que le aconteció en vida a mi padre, me puso a pensar en el poder de la narrativa, verbal o escrita, pues la chispa del buen humor viajó en el tiempo y se incrustó en ese guión como una pequeñísima anécdota, que en ese caso, no sirvió para romper el hielo, pero en cambio, el próximo vuelo que tomó mi padre, lo hizo en la cabina por cortesía del capitán, a quien acuñó como amigo.

Transcurrían los albores de los años setenta, por allá entre 1971 o 1972. El personaje, un alto ejecutivo de la multinacional Cogra-Lever, cubría la distancia entre Barranquilla y la capital del país en un vuelo comercial con la empresa Avianca. Viajaba de regreso al hogar, luego de cumplir su misión como revisor fiscal y dejar al descubierto una pequeña operación de robo continuado en los inventarios almacenados por la empresa en el puerto, y para lo cual había sido comisionado a revisar y dictaminar las diferencias contables entre las frías cifras y las existencias reales en bodega.


Al realizar el conteo de miles de cajas almacenadas en una gigantesca bodega, la forma práctica fue hacer el recorrido pisando desde la cima, las pilas de cajas cuyo contenido era de gran valor económico e industrial, básicamente grasas naturales vegetales, materia prima de infinidad de productos de consumo masivo. Al caminar sobre las cajas encarradas, el ayudante de la comisión llegó al punto cero, donde el vacío de una caja sin el contenido esperado, lo puso en caída libre, dejando al descubierto el faltante y haciendo que la operación de la revisoría se tomara en serio el inventario, para concretar la cifra faltante en dinero y en miles de kilos de grasa industrial.

El vuelo de regreso no solamente lo traía de una exitosa operación que le garantizaba respeto y confiabilidad ante las directivas, que desde Londres, la casa matriz hizo sentir la satisfacción y aprecio por su ejecutivo de confianza, sino que, a pesar de la ardua labor y luego de tener que entenderse con las respectivas autoridades policiales y judiciales, no podía estar de mejor ánimo, a pesar de su cansancio físico.

Mario Prieto Carrillo, administrador de empresas y contador público de profesión y experto asesor tributario, también contaba con un excelente buen humor, talento que lo hacía sobresalir en cualquier situación social, además de haber acuñado otras artes como la música, ya que de manera ágil ajustaba melodías en guitarra, tiple, bandola, armónica, flauta o acordeón. Por ello, su presencia garantizaba la alegría de cualquier fiesta familiar, donde siempre era solicitado acompañado del “apachurrado” como llamaba a su acordeón.

De tal manera que aquella tarde, mientras el vuelo hacia Bogotá transcurría, aparentemente con normalidad, el capitán de la aeronave informó que tenían un pequeño problema y que lo mejor era desviar el vuelo hacia la ciudad de Medellín, revisar para estar seguros y ahí si continuar el viaje hasta la capital. El imprevisto alteraba el itinerario de todos los pasajeros que llegarían con gran retraso a Bogotá y con una acumulación de estrés que de alguna manera saca de concentración hasta al más entrenado operador.

Realizados los ajustes y revisados todos los instrumentos de vuelo, el avión arribó al aeropuerto internacional El Dorado casi a media noche. Como de costumbre, el capitán les habló a los pasajeros anunciando la llegada a Bogotá, informó sobre el estado del clima, temperatura y hora, agradeció a todos por la comprensión y paciencia luego de todos los inconvenientes presentados durante el trayecto. Dicho esto, se dispuso a aterrizar y parquear el Boing 727 en la zona asignada, luego de lo cual dijo dirigiéndose a su copiloto:

¡Ah, después de este vuelo, lo único que deseo es un tinto bien cargado y un buen culo…!

Un perturbador silencio se tomó todo el avión. Por eso, el sonido de los pasos apresurados de una azafata que desde atrás corría afanosamente por el corredor, solamente fue interrumpido por una voz certera que preguntó:

  ¡Señorita! ¿…Y el tinto?

Entonces el avión estalló en carcajadas. Se podía ver inclusive a las compañeras de abordo que tapaban su risa con las elegantes capas rojas, propias del uniforme de la aerolínea. La risa llegó hasta la cabina, donde la azafata le informó al capitán que había dejado abierto el micrófono intercomunicador y todos los pasajeros lo habían escuchado.

 ¡No! Exclamó el capitán. ¡Y, ¿qué podemos hacer ahora?!
­  Pues, nada. Dijo la azafata, además todos los pasajeros están atacados de risas.
  ¿En serio? ¡Qué pena con toda esta gente! Dijo el capitán muy cariacontecido.
  Pero eso no es nada, repuso la azafata. Mientras corría para avisarle del micrófono, un pasajero me preguntó desde su silla por el tinto. ¡Como si me hubiese olvidado de traerle el tinto!

Hicieron un corto silencio, cruzaron miradas piloto e ingeniero de vuelo, azafata y copiloto y finalmente todos dejaron salir la risa nerviosa a carcajadas y así se deshicieron de la pena.

El piloto entonces preguntó por el autor del sarcasmo, y el ejecutivo Prieto Carrillo, con la responsabilidad que le marcó siempre una consciencia de vida, se presentó ante el capitán. Estrecharon las manos, reconstruyeron la broma y volvieron a reír a carcajadas. Todo fue algarabía y la anécdota alcanzó a reunir en un abrir y cerrar de ojos, cerca de 80 versiones entre pasajeros y tripulación, con lo cual se convirtió así en un cuento, en un chiste que seguramente le habrá dado la vuelta al mundo de boca en boca, acomodando cada quien su propia versión para luego encontrar un lugar en una escena de una película del director Gus Van Sant: Good Will Hunting 1997, El indomable Will Hunting en España, Mente indomable en México y En busca del destino en el resto de Hispanoamérica.

Protagonizada por Matt Damon (Will Hunting); Robin Wiliams (Sean Maquire); Ben Affleck (Chuckie Sullivan); Minnie Driver (Skylar), la película obtuvo 9 nominaciones a los Óscar ganando dos de ellos: uno al mejor guion original, para Matt Damon y Ben Affleck y el otro al mejor actor de reparto, Robin Williams.


Damon y Affleck por Mejor Guión original y
Williams por Mejor actor de reparto.

  
Mi padre murió sin saber el hecho, pero cada vez que veo esta excelente cinta, recuerdo la más importante faceta de mi progenitor: su gran sentido del humor.


Aparte del diálogo en el guión donde aparece el chispazo de Prieto Carrillo.

Will: You know, I was on this plane once. And I'm sitting there and uh...the captain gets on, he does his whole, you know, we'll be cruisin' at 35,000 feet. But then he puts the mic down n forgets to turn it off.
Sean: Mmm-hmm.
Will: And so he turns to the co-pilot 'n' he's like, "You know, all I could use right now is a fuckin' blow job and a cup of coffee." So the stewardess fucnkin' goes bombin' up from the back of the plane to tell him that the microphone's still on. And this guy in the back of the plane is like, "Hey, hon, don't forget the coffee!"
Sean: [laughs] You ever been on a plane?
Will: No, but it's a fuckin' joke. It works better if I tell it in the first person.
Sean: Yeah, it does.

Will: Sabes, estaba una vez en un avión. Estoy sentado allí y ... el capitán inició a hablar, sus asuntos, ya sabes, estaremos navegando a 35,000 pies. Pero luego bajó el micrófono y se olvidó de apagarlo. Sean: Mmm-hmm.
Will: Y entonces se vuelve hacia el copiloto y dice: "Sabes, todo lo que podría querer en este momento es una mamada y una taza de café". Entonces, la azafata se va desde la parte trasera del avión para decirle que el micrófono todavía estaba encendido. Y un tipo en la parte de atrás del avión dice: "Oye, cariño. ¡No olvides el café!"
Sean: [risas] ¿Alguna vez has estado en un avión?
Will: No, pero es una puta broma. Funciona mejor si lo cuento en primera persona.
Sean: Sí, así es.

Video con el fragmento del chiste.