Desamor entre escritores. (Cuentos). Por Juan Pablo Plata. - Colina Revista

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Desamor entre escritores. (Cuentos). Por Juan Pablo Plata.


(Este cuento esta compuesto de dos partes. Nadia: respĆ³ndete y olvida y Carlos: Todo lo conviertes en canciones).

I. Nadia: respĆ³ndete y olvida.

Esperabas que todo fuera bien contigo (entre tĆŗ y Ć©l).

EstĆ”s encantadora, como casi siempre, con un poco de rojo en tu ropa y con el cabello suelto, pero con un tocado de flores en el lado derecho de tu cabeza, justo arriba de la oreja. Antes escribĆ­as correos cada maƱana a Carlos, el puertorriqueƱo, para consultarle cĆ³mo andaban tus cosas con Ć©l, con el rollito aquĆ©l que tenĆ­an cuando no te habĆ­as despegado del todo, hace ya un mes largo, cuando podĆ­as haber hecho algo por la causa de esa relaciĆ³n. No sabes si podrĆ”s dejarlo. Es algo que de alguna manera te quieres preguntar y responder de manera positiva, en algĆŗn momento, pero todavĆ­a no has podido. No te gustarĆ­a encontrĆ”rtelo, sentirte la cara sonrojada o darle la cara maldadosa con que le dirĆ­as que ya tienes a alguien nuevo rondando tu corazĆ³n, asĆ­ sea una mentira a medias. Hoy vas a salir a la calle, tienes una cita y una esperanza chica a la que te agarras con fervor.

No subestimas tu inteligencia, antes la temes, y por eso quisieras preguntarte esto anterior y respondƩrtelo de manera positiva. Decirte a viva voz, dentro de tu cabeza, que ya no lo quieres, que no lo necesitas. Sabes que difƭcilmente puedes olvidar con rapidez en el tiempo sin beber. EstƔs devastada por no haber obtenido un concurso de poesƭa en el que alcanzaste a estar de finalista. Ahora solo te queda uno de cuento, uno que vas ganar, te dices. Te cuentas esto, inicias un susurro sin palabras coherentes, como para arrullarte, para justificarte la debilidad emocional frente a las secuelas del desamor. Te tocas la cabeza, te consientes. Te condueles. Eres tu propio lastre. Pobrecita. Nadia la dolorida, la muchacha entusada.

    No sabes quĆ© demonios es lo que quieres decirte. A lo mejor sĆ­ lo sabes pero no te salen los pensamientos claros como deseas. Pasa que esto que te preguntas suena muy comprometedor, igual que puede ser contestĆ”rtelo, pero quieres explicarte, antes de acabar por ahora, que no te lo preguntas con la intenciĆ³n de establecer una distancia frente al pasado, ni con la intenciĆ³n de olvidar de verdad. Te gustarĆ­a, no tan en el fondo, que todo volviera a ser como antes entre tĆŗ y Ć©l. CĆ³mo te gustarĆ­a. No sabes quĆ© demonios es lo que quieres decirte pero asĆ­ te sale. Te repites en la cabeza un poema de Velarde sobre el desamor, parece que tambiĆ©n lo susurras, quieres dar brisa a tu cara, templar tus nervios para poder mirar un nuevo dĆ­a, otro de la penitencia del olvido, de la soledad. Sales de casa, miras a los transeĆŗntes y deseas que les rompan el corazĆ³n tan duro como a ti y que no puedan olvidar jamĆ”s. Hace mĆ”s de un mes que no sales de tu barrio y sientes que tu malestar amoroso se ha eclipsado porque vas a verte con otro hombre. Llevas una falda roja, un tocado nuevo en la sien y el entusiasmo necesario que llama a las cosas buenas de la vida. Eso te dices. Debes ir a cobrar un cheque por tus derechos de autor, pagar unos recibos y llegar a las diez al museo para ver las fotografĆ­as de David Nebrada y encontrarte ahĆ­ con Roque, tu levante de hace dos meses en una fiesta de lanzamiento de un libro XTR de la editorial que publica tus libros. TodavĆ­a no sabes si podrĆ”s dejar al puertorriqueƱo. Te vas.


II. Carlos: Todo lo conviertes en canciones.

Ya no haces literatura. La quieres de vuelta. No has vuelto a recibir correos de Nadia desde hace un buen rato. No puedes desdecirte. Ya estĆ” hecho. La cagaste. Todas las repuestas groseras y descaradas que le diste a sus mensajes por correo electrĆ³nico te revuelven el seso ahora, te hacen sentir un miserable arrepentimiento. Te debiste haber medido con las palabras. Carlos, maldita sea, has hecho de tu vida amorosa un desastre. Has vuelto por tus pasos para ser un desgraciado contumaz. Todo tu dolor lo vuelves baladas, rancheras, rock, para intentar olvidar, pero a ciencia cierta lo que mĆ”s quieres es agarrar fuerza para ir a pedir canoa. Decirle: Nadia, mi amor, volvamos a estar como antes, pero mejor. No bebes para olvidar. Oyes, en cambio, canciones sobre el desamor y haces duplas y mientras oyes los discos te dices: mi vida amorosa, mi vida sexual necesitan mĆ”s Motorhead y menos RocĆ­o Durcal; mĆ”s Depeche Mode y menos Daniel Santos; mĆ”s Carpathian Forest y menos Camilo Sexto. Eres un escritor puertorriqueƱo. QuĆ© esperas para valerte de las palabras. Ya comienzas a escribir una carta.


Marzo 15 de 2003

Nadia, mi amor. Voy al lugar interno de mi escritura en que todo se produce en grandes cantidades cuando el amor y la tristeza lo piden. Sin embargo, siempre he perseguido lo concreto como otros, lo breve y sustancioso en prosa y en acciĆ³n. Y puedo decir que mientras tenga tiempo libre en mis labores voy a seguir escribiĆ©ndote cosas, porque desde que te conozco asĆ­ estĆ© hablando y escribiendo de otras cosas ajenas a ti, lo he hecho para ti. Cuando no escribo para ti, escribo para ti de todas formas. Cuando le hablo a los demĆ”s es para que me oigas, asĆ­ no estĆ©s presente. Voy detrĆ”s de ti con la esperanza ida. Es lamentable querer y no ser querido. No espero muchas cosas despuĆ©s de esta vida, espero no siga nada. Me importa esta vida mĆ”s que la que dicen que sigue, pues en la de ahora estĆ”s tĆŗ. Se me antojan dĆ­as digeribles, sin importancia, los de ahora sin ti. Y uno puede hablar del amor, del dolor, de gotas saladas, de penas por aƱos, pero sabe en palabras y acciĆ³n que la historia de un amor no es la historia del fornicio entre una pareja, sino de la ternura que dos se dieron o negaron con intermitencias. No quiero que nos dejemos ya mĆ”s. Hay que seguir siempre juntos. Te puedo decir mentiras bellas ahora mismo: te voy echar de menos las tres prĆ³ximas vidas. Falso. Nadie sabe cĆ³mo es la vida futura, o si son varias o quĆ©. Falso porque nadie sabe, pero harĆ­a eso por ti. Eres el mĆ³vil de mis mĆ”s dolorosas pasiones porque te quiero tener en vida.


Lo has conseguido: has escrito la carta. Es un texto hermoso, cursi y sincero frente a tus ojos y tu corazĆ³n roto. Esperas que sea efectivo para poderte deshacer del bloqueo de escritura que la falta de Nadia te ha causado. La carta es la prueba de lo mucho que la necesitas en tu vida, pero tambiĆ©n es la prueba reina de tu sequĆ­a creativa. Es el Ćŗnico texto que has hecho desde que la dejaste. Carlos, maldita sea, te estĆ”s volviendo loco sin ella. Te va tocar como a Ray Loriga quien escribiĆ³ Ya solo habla de amor cuando lo dejĆ³ Christina Rosenvinge, la mismita rubia bomba de la banda Christina y los subterrĆ”neos: escribir una novela sobre el desamor para curĆ”rtelo y no echar a perder tu carrera literaria. Te quedas.

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